Luisa Fernanda - 1932

Intérpretes del Estreno (26/03/1932)
Teatro Calderón de Madrid
Emilio Sagi Barba
(Vidal)
Selica Pérez Carpio
(Luisa Fernanda)
Laura Nieto
(Carolina)
Faustino Arregui
(Javier)
Ramona Galindo Eduardo Marcén
Manuel Hernández Vicente Carrasco



Crónica del estreno
En el  Calderón, y como se esperaba, hubo anoche gran acontecimiento. De esos acontecimientos que caen cada diez o doce años en el teatro. Para los amantes de la zarzuela a tono de los gustos españoles, sin trampa ni cartón, fué un Sábado de Gloria de los que deben pasar a las efemérides.

26 de Marzo de 1932. Se estrena la zarzuela de Romero y Fernández Shaw, con música del maestro Torroba, Luisa Fermanda.

¡Y vamos a cuentas! ¿Puede ser una amable lección este estreno para los autores que sueñan con los trucos y los efectos, falseandoel teatro y orientándole por el camino de la vulgaridad.

Luisa Fernanda se ha escrito a base de un episodio, con una fecha a la vista, el año de la "Gloriosa". 

Los autores, bien acreditados en honestidad y visión del teatro, han empezado por ambientarse. Y, plenamente ambientados, han logrado totalmente la zarzuela. 

Es un primor el libro de Luisa Fernanda. Toda una época desfila por el escenario. Y los personajes, el asunto y la forma de vivirlo y de decirlo mete en situación al espectador desde los primeros momentos. 

Sin pecar de exagerado, yo acierto con decir que Romero y Fernández Shaw han escrito el mejor libro de los muchos y buenos que tienen estrenados. 

Luisa Fernanda es superior a Doña Francisquita. Y está muy bien que alguna vez en esta Luisa Fernanda volvamos los ojos a aquella obra ejemplar, que les sirvió de pauta a estos magníficos autores.

Más cuidada la acción, mejor hablada, con más medida - el primer acto, sobre todo, es algo definitivo por lo sobrio -, y sin que decaiga un solo momento el interés, que en este género de larga jomada es lo que ha de cuidarse sobre todo.

Y cuenten ustedes que la fábula es harto sencilla. Se ve venir desde los primeros momentos. Pero la destreza de Romero y Fernández Shaw está en eso precisamente: en sacar de donde parece que no hay.

Una intriga amorosa, en la que llevan papel una mujer del pueblo madrileño, una duquesa realista y dos hombres que en cada lance se juegan el corazón. 

Estampa de Madrid del año 68. Tipos que alientan con verdadero sabor de humanidad. La plaza de San Javier, con un palacio señorial que sirve de vigía a una posada donde se conspira abiertamente contra aquella triste Isabel II, causante de todos los oprobios de la época.  

El viejo empleado de la Intendencia; el hacendado extremeño que se hace revolucionario por un logro amoroso; el aprendiz de conspirador; el coronel de Húsares, asaz ambicioso; la posadera, las damiselas, los currutacos y el pueblo, en fln, que entra en acción cuando la acción lo exige, que es en aquella estupendísima estampa del segundo acto, en plena fiesta de verbena, donde todo se mueve con naturalidad, como con naturalidad y brío dramático lo volvemos a ver en plena revolución y en el momento más difícil que tiene el libro.  

Nada sobra en este segundo acto, con ser el de más duración y el más complicado por las mudanzas de escena.

Y como corolario, el pasaje campesino, en plena dehesa de Piedras Albas, el pueblecito extremeño que ya toca con la raya de Portugal y donde el labriego extremeño llevó a la mujer de sus amores para luego entregarla noblemente, al hombre por quien ella alienta.  

La partitura que ha compuesto Moreno Torroba es por todos conceptos magnífica. 

Con ella ya tiene bastante para codearse con las supremas figuras del género.

Demuestra mas que nada la preocupación de este hombre por el estudio. 

Y basta contrastar los motivos del primer acto y del último para darse cuenta del enorme partido que ha sacado.

Todo el primer acto, esencialmente madrileño, está ambientado con el aire de seguidillas, aire manejado oon una gracia, una novedad y una soltura verdaderamente prodigiosas. Y a compás, un número melódico, de extraordinaria poesía, que por la colocación y la manera de desenvolverse, arrebata al público y le hace prorrumpir en una ovación estruendosa.

Me refiero a un dúo, cantado magistralmente por Laura Nieto - maravilloso hallazgo en este género - y el tenor Arregui. 

Es bastante este dúo, sólo este dúo, para hacer muchas veces centenaria a Luisa Fernanda.  

Pero es que la partitura tiene mucho más: un dúo amoroso de barítono y tiple, cantado como ellos sólo saben por Selica Pérez Carpio y el enorme maestro Sagi Barba; un coro de damiselas y galanes, de una finura insuperable; un concertante en tono de faque, que es quizás, en orden de mérito, el principal por lo difícil. Y así, y en este estilo, otra media docena de números sencillamente prodigiosos.  

Pero hablaba de contrastes y no quiero que se me vaya la idea, porque el acierto de Moreno Torroba está precisiamente en eso.

Mientras en el primero y en el segundo actos el compositor cultiva el madrileñismo, con esos aires de seguidilla o de mazurca adobados ricamente para la expresión, en el tercero, y metido de lleno en el campo extremeño, nos muestra su folklore, con aquel coro campesino del vareo, rico en motivos y de una placidez virgiliana, cuando no aquel fandango con la clásica «bomba», que tantas veces oímos de mozos en aquella tierra, y que hoy, ya viejos, también hemos saboreado con deleite en las fiestas de la matanza.

Acierto muy grande de Moreno Torroba, que ya tenía derecho a este triunfo por su honradez artístíca y el entusiasmo grande que tiene por este género, al que ha dedicado por entero su vida, sin malearlo jamás.

La interpretación no hay que decir que fué irreprochable tratándose de un reparto que además de Selica Pérez Carpio, Laura Nieto, Arregui., Sagi-Barba, la Galindo, Marcén, Manolito Hernández - estupenda creación en un tipo que le va muy bien - y Carrasco, tenía por contera unas segundas partes y un coro de los méritos del teatro Calderón. 

Los autores salieron en todos los actos a escena, siendo objeto de clamorosas ovaciones. 

ANTONIO DE LA VILLA

La libertad - 27 de marzo de 1932
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