Sole, la peletera - 1932

Intérpretes del Estreno (8/09/1932)

Rosita Cadenas
(Carola, Genoveva)
Angelita Durán
(Sole)
María Luisa Robledo
(Mercedes)
Victoria Argota
(Señá Nico)
Arturo Lledó
(Sr. Hilario)
Eladio Cuevas
(Tomás)
Luis Fabregat
(Antonio)
Francisco Aparicio
(Un ciego)




Crónica del estreno
La índole especial de los espectáculos teatrales obliga hogaño a los autores a dar a sus producciones la dilatada extensión que requieren dos largos actos de representación. Esta necesidad de diluir pequeños asuntos, como son por regla general los de la revista y el saínete, en diversos y vistosos cuadros, más perjudica que beneficia a la pieza teatral. Aunque la calidad sea buena—y en este caso lo es—, la cantidad llega a abrumar un poco. Afirmamos, pues, que los autores de Solé la peletera se han perdido un magnifico saínete en un acto, que hubiera hecho furor en los buenos tiempos de Apolo, por tener que hacerlo en dos. "Contrasentidos de la vida", que diría el gracioso señor Hilario del sainete que comentamos. 

Torres del Álamo y Asenjo se han salido un poco de las normas tradicionales del saínete—que ellos conocen perfectamente—por ofrecer al público lo que es creencia general que el público exige: chistes a granel y divertimiento continuo. Ello quita espontaneidad y frescura y naturalidad al diálogo, por la preocupación que a los personajes embarga de hacer y decir gracias en todo momento. Y se falsea la verdad, porque es lo cierto que en la vida, de la que debe ser copia fiel el saínete, no nos movemos en un hilarante y dilatado proceso de donaires y retruécanos. Pero lo que no va en lágrimas va en suspiros, y lo que pierda en valores estéticos la producción asi tratada lo gana en proporciones de solaz y entretenimiento.  

Hechas las consideraciones que anteceden, que no pretendemos que sean un reparo, sino expresión de un personal convencimiento—nuestros modelos son Cruz y Vega—, no tenemos inconveniente en afirmar que dentro de la peculiar manera de hacer de Torres del Alamo y Asenjo Solé la peletera es una magnífica pieza teatral, en la que hay atisbos de gran acierto, ingenio y decoro artístico nada vulgar. Así lo reconoció el público, que hizo salir a los autores al escenario al final de cada uno de los cinco cuadros de que se compone el saínete. Prudentes cortes alejarán el peligro de posible cansancio en determinadas situaciones.

Si grande fué el triunfo de los libretistas, mayor lo fué, sin duda alguna, el de Jacinto Guerrero, a quien vemos recorrer con paso cada vez más firme la senda que ha de consolidarlo en el puesto de preferencia que hoy ocupa. ¿Gracia y ambiente popular bien visto y mejor logrado? Ahí están el cuplé que canta Rosita Cadenas en. el primer cuadro, la escena de la petición de mano en tiempo ds scotthis, que acredita a un compositor; el número de las encinta, cuya música salva lo que pueda repeler en la cruda representación de la innecesaria escena... ¿Números de más alto empaque? La plegaria del cuadro de la cola de Jesús, que cantó dos veces, con excelente afinación, el tenor Aparicio; los dúos de tiple y barítono y las romanzas de ambos cantantes, y el concertante con que finaliza el primer cuadro del segundo acto, digno en un todo de los méritos de Jacinto Guerrero. Huelga decir que todos los números fueron repetidos—algunos dos veces—, y que la de anoche fué para el maestro una de las felices —acaso la definitiva—de su carrera. Pronto renegaremos de él, cuando por todas partes nos "coloquen" — queramos o no — la "pimpante" musiquilla de algunas piezas.  

En la interpretación del saínete destacaron su buen arte Rosita Cadenas, magnifica de gracia en la muchacha impresionable que ve un folletín en cada accidente de la vida; Angelita Duran, muy segura como cantante y excelente como actriz; María Luisa Robledo, desenvuelta, garbosa y gentil; Victoria Argota, buena característica; Arturo Lledó, muy gracioso; Eladio Cuevas, Luis Fabregat y Francisco Aparicio.

Una excelente jornada, y Solé la peletera para rato en el Ideal, donde Jacinto Guerrero se propone hacer la temporada de invierno, pareja a la, que piensa desarrollar en el teatro de su propiedad.

Enhorabuena a todos, 

VICTORINO TAMAYO

La Voz - 9 de septiembre de 1932
Ir al inicio Ir a la Obra